Cuéllar, la dislexia y las drogas

Héctor Cortés Mandujano 

Ríos de tinta ha gastado sobre mí este colombianito imbécil. No lo leo, generalmente. Ahora, gracias al envío de Isaín Mandujano, me entero de sus nuevos despropósitos. En el medio cualquiera lo conoce y le huye; sin embargo, por aquello de que alguien pueda ser sorprendido, le contesto por primera vez.

Se pasó de la raya. Ahora resulta que el disléxico, paranoico y oligofrénico Cuellitar es “luchador”. ¿Se enfrenta al gobierno, a las instituciones, al sistema? No, escribe calumnias contra los que no participamos en las decisiones gubernamentales. La única lucha que le conozco es ir a universidades (incluyendo la que lo mantiene) e instituciones ofreciendo “serias investigaciones” hechas por sus alumnos: el origen del turulete, a la presidencia de Cintalalapa; la historia del Tribunal Superior de Justicia; un breve ensayo, de 200 cuartillas, lo más breve que puede ser, sobre Sabines, que incluye un amontonamiento de textos sobre los cuales no tiene permiso de publicación, etcétera. Los vende, claro, al mejor postor, a 100, 200 o 500 mil pesos. Si algún funcionario no le compra (aunque sea un textito más barato, como el que escribió recientemente) el señor crítico sale a la palestra y su dedo flamígero señala, señala y señala a quien se atrevió a negarle dinero. En eso sí, Cuellitar, pareces chiapaneco. Periodista, claro.

            Su otra lucha, cada vez más obvia, es de lame patas. Su furibundo texto excluye de toda responsabilidad a los actuales directivos de cultura y educación. Descubrió, parece, que quienes no trabajamos en el gobierno estamos por encima del secretario de Educación, la directora de Coneculta, todos los rectores y el gobernador. Supongo que ya cobró su nota y, además, quiere quedar como el paladín de la justicia. Pobre idiota. Lo propongo como modelo de la frase “la drogas destruyen”.   

EL CALUMNIADOR ACUSA Y YO LO RETO

 CARTA ABIERTA

 Héctor Cortés(?) Mandujano

En su corte

Presente

 Muy distinguido reycito, epónimo y esclarecido novelista:

 Usted, señor, más que  contestar  a mi último texto publicado como un intelectual serio y responsable se dedica a insultarme y sobre todo a mentir. Primero que todo le exijo que me respete. Lo de colombianito se lo agradezco, es usted muy cariñoso. De “imbécil” no tengo nada pues a diferencia de usted, señor, no oculto  ni me da miedo escribir lo que pienso y, en su caso, hacerlo público. Que soy disléxico, paranoico y oligofrénico, turulete y calumniador, agrega. Le faltaron  adjetivos,  príncipe de las letras chiapanecas.

 A renglón seguido descalifica mis trabajos de investigación con dos ideas muy precisas: que esos estudios los han hecho mis estudiantes y que el trabajo sobre la obra poética de Jaime Sabines es un “amontonamiento” de textos. No voy explicar nada en este momento al respecto. En cambio si me da una idea muy precisa de su desconocimiento de lo que es un proceso de investigación literaria. 

De repente aparece usted como investigador y se asume poseído de una autoridad que no amerita y menos le han reconocido los especialistas. En ese campo es un improvisado y ahí, exactamente ahí si que lo puedo poner en cuestión. ¿Lo desea?

 Los adjetivos se los dejo en su regazo, señoriíto. No me voy a referir a su vida personal que nada tiene de admirable,  y menos defendible, por cierto, a no ser por  sus cómplices que tanto lo amparan.

 Sin esfuerzo delato el fondo de su diatriba. Primero es fácil señalar que usted  quiso desde sus puestos de funcionario desconocer mi trabajo de investigador. Sé muy bien instigado por quiénes.  Ahora resulta que un neófito en la investigación literaria me descalifica. No olvide que soy sociólogo titulado y doctorando en literatura: El Quijote y la novela moderna. No olvide que le regalé la obra completa de Cervantes. Ojala la haya leído.

Usted desconoce olímpicamente mi trabajo de investigación: Homenaje Hispanoamericano y español a Jaime Sabines. No han leído los dos tomos ni usted ni Alfredo Palacios; éste último se encargó de repetir su descalificación. Esa actitud de los dos es absolutamente irresponsable. Como se atreven a opinar desde una  posición oficial sobre algo que no conocen palmo a palmo. Lo que advertí y reitero es que actuaron desde los prejuicios, la prepotencia infundada y una autoridad intelectual que no posee ninguno de los dos, en muchos asuntos, en especial en torno a la obra poética de Jaime Sabines. A usted lo carcome la envidia más soberana y el afán de creerse por encima de mí, en calidad de intelectual, por supuesto. En este terreno no soy yo el llamado a explicarlo y fundamentarlo.

 Sólo lo recuerdo, hace ya años, cuando apenas se iniciaba  en la escritura y me escuchaba. Hasta un cuento escribió a partir de una anécdota que le conté. Ahora me odia. Así son los personajes como usted, reycito.

 

 El anormal es usted, el que trae traumas desde la infancia es usted, que muy bien revela en sus sangrientas y pobremente eróticas novelitas. El calumniador es usted señoriíto. De usted he escuchado descalificaciones a la obra Gabriel García Márquez. No lo ha escrito, simplemente lo prolifera con la falsa autoridad que lo acompaña. Escriba lo que piensa, no le tenga miedo a la polémica. ¡Qué se puede esperar de una persona así! Que bien le hace a la literatura un crítico entretelones, así como usted se porta. Cuáles son sus aportes críticos a la literatura, reycito, me pregunto. Por fortuna no dicta clases en  ninguna carrera de Lengua y Literatura Hispanoamericana. 

Yo no me la paso vendiendo por anticipado mis libros, buscando premios y menos ofertando trabajos de investigación u ofreciéndome como asesor aquí y allá. Le agradezco los señalamientos porque descubro las fuentes de dos personajes que han pretendido obstaculizar la difusión de mi obra.

 Yo no cobro en ninguna parte como periodista, ni he trabajado para nadie en ese sentido. Excepto, después de 27 años, que el Expreso me apoya con algo que yo no pedí, si no que generosamente me ofrecieron para editar el mejor suplemento de cultura que tiene el Estado de Chiapas hoy en día. ¿Qué no le gusta de Yuría, eminencia?

 Políticos serios de Chiapas me reconocen como lo que soy: un periodista cultural no chayotero. ¿Usted me pagó por la serie  de ensayos y poemas que publicó en Este Sur?, El que cobraba era usted, señoriíto. Y si cobro por mis trabajos de investigación, después de muchos años de trabajo, estoy en el más pleno derecho de hacerlo.

Mi reciente escrito Defensa de los poetas chiapanecos no es un texto furibundo. Miente. Argumento con precisión mis ideas que sustentan la crítica a los maestros en la exclusión de los cuales usted hace parte. El furibundo es usted por que lo pongo en su lugar, y eso apenas en una acción. Nadie me está pagando por ello, deje de ser calumniador, o mejor dicho, paranoico, real y no supuesto. Como dice el refrán popular: el ladrón juzga por su condición. Nunca me he dedicado  a escribir por dinero o, pretender tergiversar la historia de la cultura de Chiapas, por dinero, como lo ha hecho usted con su catalogo, con ligeras y en varios casos falsas anotaciones sobre el Ateneo en Chiapas. Eso si me parece grave. Y muchas otras cosas que en el campo de la cultura usted ha hecho Por supuesto, estoy en condiciones de evidenciarlo críticamente. ¿Lo desea? 

Con su vida personal no me he relacionado jamás. Usted es un animal herido y habla desde la herida. Ahora desempleado, pasa ofreciéndose como tergiversador oficioso.

 Y si se siente tan hombrecito, sabiondo y calificado investigador lo reto a un debate público para que discutamos en torno a su investigación sobre el Ateneo y en torno a mi libro sobre Jaime Sabines. No para que me elogio si no para que la haga pedazos en mi cara, frente a frente. Y desde sus apabullantes críticas me iré llorando, sin  rendido, como un pobre turulete.  Por supuesto, con  argumentos más allá de los insultos, señoriíto.

 La polémica debe ser con ideas, con argumentos, en medio del debate público y no con simples descalificaciones, señoriíto. Esta es la única condición que pongo.

 Con la venia de su majestad,

Ricardo Cuéllar Valencia