Viernes, 27 de Febrero de 2009 /

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Las migraciones y el VII Congreso Centroamericano de Antropología en Chiapas, México

Ramón D. Rivas

La semana recién pasada se llevó a cabo en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, el evento más esperado de los antropólogos en Centroamérica y el sur de México. En esta ocasión no solo nos congregamos para presentar el producto de nuestras investigaciones y para ver el cómo se enseña esa ciencia en las universidades, sino que también para reflexionar sobre los fenómenos que más atañen a nuestras frágiles sociedades y culturas. 

Las migraciones, con tres mesas de discusión —una de ellas titulada “Migraciones en Centroamérica y México: causas y efectos socio culturales”, que coordiné con el colega Mario Mata, ambos de la escuela de Antropología de la UTEC— Significativo es que los temas que más sonaron en el cónclave fueron: educación, salud y las migraciones y esto reconfirma una vez más que desde la academia y concretamente desde las ciencias antropológicas estos son temas  que hay que seguir abordando y que a su vez son vitales para la plena realización de los centroamericanos. Estamos inmersos en sociedades en donde los gobiernos de turno han dejado por un lado lo más importante, que es el desarrollo humano, para ocuparse de demagogias que, en vez de favorecer a los pueblos, los han marginado y expulsado de sus lugares de origen. 

Vivimos en sociedades, no solo con falta de educación y salud sino que, a su vez, marginadas desde todo punto de vista. Importante es de señalar que en ese trascendental evento estaba presente una delegación del FMLN representada por Dinorah Aldana de la Comisión de Relaciones Exteriores, Integración Centroamericana y Salvadoreños en el Exterior, quien ante una concurrida sala ofreció una magistral ponencia titulada “Propuesta de política pública para la atención y protección de los derechos de los migrantes salvadoreños y sus familias”. 

Fue muy interesante escuchar este tipo de abordajes, sobre todo en círculos académicos en donde no solo se escucha el discurso, sino que a su vez se presentan propuestas. Esto viene a demostrar el interés y seriedad con que ese partido político ha abordado esa realidad que involucra a toda nuestra sociedad. En la mesa de la que tuve a cargo la coordinación se abordaron aspectos referentes a los efectos de la recomposición de las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas, ya sea desde el ámbito nacional como del  internacional. Además, se trataron los efectos en el marco de la globalización, los cuales se hacen evidentes especialmente en la población económicamente activa, las clases medias y la gran masa de población pobre: obreros, campesinos e indígenas. 

Se  reflexionó sobre el liderazgo, femenino claramente visualizado en las migraciones que han  incorporado una nueva tendencia en la conformación de las familias transnacionales, lo que lleva a replantear las tradicionales estructuras familiares que por siglos nos han caracterizado.  Además, se desintió sobre el constante incremento de la fuga de capital humano (trabajadores calificados, personas con niveles educativos medios o superiores, jefes de familia, estudiantes de nivel medio y superior, etc.). Se trató sobre cómo, durante estos años, el incremento de las remesas permitió generar paliativos ante los acrecentados niveles de pobreza de quienes permanecían en los países de origen, pero que ahora se confirman insuficientes para generar desarrollo. 

Los gobiernos de los países de esa fuga no han sabido canalizar las remesas, y ellas, en vez de contribuir al desarrollo de los país, son trampas para la sociedad que no solo asfixia a la sociedad, sino que las ha deformado social y culturalmente con todas las consecuencias del caso. Se habló de dramas humanos en los que familias y sociedades desintegradas son un acontecer y de la cadena de resabios que caracterizan a nuestros pueblos. Frente a este panorama, se suman también los efectos de la reciente crisis económica internacional que resienten también los envíos de dinero, y los inmigrantes ven mermadas sus condiciones de vida, ahora lejos de sus países de origen. 

Claro quedó que las políticas de control de flujos, así como la representación mediática de la inmigración en los países de destino, tiende a señalar la inmigración como causa de conflictos sociales; y la opinión pública de los países receptores tiende a considerarla un “problema” producido exclusivamente por las condiciones socioeconómicas de los países de origen, subestimando las condiciones de atracción generadas por la creciente necesidad de mano de obra extranjera en determinados nichos laborales de las economías desarrolladas. 

La complejidad de la inmigración reciente pasa prácticamente desapercibida en el discurso público, que tiende a basar su representación mediática en el marco legal y político. Esto lo vemos en nuestros país en el sentido de que los políticos creen, o hacen creer, que el problema se resuelve incitando a la gente para que se inscriba del tan sonado Status de Protección Temporal (TPS, siglas en inglés).  

Lo cierto, y a la vez dramático, es que la base de nuestra sociedad, la familia, se encuentra actualmente reconfigurada en la espacialidad transnacional. Cientos de miles de mujeres centroamericanas viven lejos de sus hijos, que son dejados a cargo de abuelas u otras integrantes de la cadena de cuidados, para ellas mismas encargarse de la atención de los hijos de otras mujeres que en los países desarrollados encaran las cada vez menos compatibles jornadas laborales con la maternidad. Mujeres, niños, adolescentes, jóvenes, ancianos… Muchos hombres son ahora responsables —cuando lo son— de dos  hogares: el que dejaron y el que iniciaron en el país de destino. Pero la realidad es que estos migrantes no son de aquí ni mucho menos son de allá. 

Y todo ello repercute en el individuo, en la sociedad y en la cultura de los países que dejaron y de los países que los han recibido; y el fenómeno alcanzará dimensiones aún impredecibles.  Pero la realidad nos demuestra que hasta el día de hoy no existe ningún país ni ninguna ciudad centroamericana que no forme parte del proceso migratorio, bien por ser productores o por ser receptores de migrantes. En muchos casos, ambas condiciones a la vez. Los sueldos y las relaciones familiares se negocian en el ámbito transnacional. 

Centroamérica existe más allá de las fronteras de la región, en otras áreas geográficas donde las condiciones económicas, políticas o sociales generan atractivo para conseguir proyectos de vida individuales o familiares, temporales o permanentes. Esa es nuestra realidad, y esa es la realidad de muchos otros países en el mundo. Los antropólogos tenemos mucho que hacer por delante.