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LOS ACUERDOS DE SAN ANDRÉS, ASIGNATURA PENDIENTE,

Promovido por la COCOPA, 21 de abril de 2010

LOS DERECHOS INDÍGENAS

EN EL CONTEXTO DE LOS DERECHOS HUMANOS

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

Les saludo respetuosamente y agradezco la oportunidad de compartir con ustedes algunas inquietudes y propuestas sobre los derechos de los indígenas, no sólo de Chiapas, sino de México y de otras latitudes. No soy experto en leyes, ni en otras ciencias, sino sólo un caminante entre ellos. Llevo en Chiapas 19 años: nueve con indígenas mames, mochós y kanjobales; diez entre tseltales, tsotsiles, ch’oles, tojolabales y zoques. Antes de ser obispo en Chiapas, compartí parte de mi vida con los otomíes y los mazahuas del Estado de México. Como responsable de la Pastoral Indígena en el país, he debido acercarme a las realidades indígenas nacionales, y como encargado de la Sección de Pueblos Originarios en el CELAM, he tenido oportunidad de conocer algo de los pueblos indígenas de los países latinoamericanos.

SITUACION

1. Según algunos censos, en toda América hay más de 42 millones de indígenas; en México, hay cerca de 12 millones, de 56 etnias reconocidas. Sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como pueblos diversos. Su progresiva transformación cultural provoca la rápida desaparición de algunas lenguas y culturas. La migración, forzada por la pobreza, está influyendo profundamente en el cambio de costumbres y de relaciones entre ellos mismos. Sin embargo, se constata una clara emergencia de diversas etnias, que se hacen cada vez más presentes en la sociedad, exigiendo sus derechos.

2. No sólo el grito que se levantó el 1 de enero de 1994, sino los datos estadísticos nacionales nos confirman que la mayoría de los indígenas no gozan de todos los derechos que, como mexicanos, debemos disfrutar, sino que viven empobrecidos y excluidos. Es limitado el derecho a la vida, pues muchas madres indígenas no tienen atención médica y alimentación suficiente durante el embarazo, por lo cual muchas abortan sin pretenderlo, algunas mueren en el parto, o nacen los hijos en condiciones infrahumanas. No gozan el derecho a la salud, pues en sus pueblos se dan los más altos índices de desnutrición y mortandad infantil. Es muy doloroso que enfermedades curables, sean mortales para ellos sólo porque no hay médicos ni medicinas a su alcance. No gozan el derecho a la educación escolar básica, pues en sus pueblos subsiste el analfabetismo. Las cárceles del país retienen injustamente a muchos de ellos, sólo porque son pobres y no tienen recursos para pagar un abogado, o una pequeña fianza.

3. Persiste un racismo inhumano y anticristiano contra ellos. Muchos mexicanos siguen pensando que ser indígena es equivalente a ser ignorante, sucio, tonto y, por tanto, objeto de desprecio y explotación. No faltan quienes consideran que tener tantos indígenas en el país es un signo de atraso, una vergüenza, un vestigio del pasado, y que lo mejor sería que ya no existieran. No se escucha su voz, no se les toma en cuenta, no se valora su palabra, no se aprecia su cultura, porque no se les conoce con el corazón. Se les ha regateado su derecho a ser reconocidos como pueblos originarios, como sujetos de derecho público para organizarse y administrarse, con formas políticas y sociales distintas a las del común del país. No se ha reconocido su derecho a ejercer justicia según algunas de sus costumbres muy sabias y efectivas. No se les ha tomado en cuenta en todos los casos para decidir obras públicas, como carreteras y construcciones, en sus territorios. Excepto en Oaxaca, no se reconoce su forma de elegir autoridades, sin tener que sujetarse a partidos y sistemas electorales ajenos a su cultura. Ellos proceden por asambleas en las que se trata de llegar a consensos, sin tener que recurrir a la mayoría de votos. Se avanzó en la reforma indígena constitucional de abril de 2001, pero es necesario seguir caminando.

4. Es de justicia reconocer que los gobiernos federal, estatal y municipal, en los sexenios y trienios pasados, han canalizado muchos recursos a Chiapas y a algunos otros Estados con población indígena, para superar el rezago histórico que han padecido estos pueblos. En los 19 años que llevo en Chiapas, soy testigo de que se han abierto más carreteras por todas partes y algunas se han pavimentado; se han electrificado casi todas las comunidades, menos las que siguen “en resistencia”, que han rechazado todo cuanto haga el gobierno, y no han aceptado carreteras ni electrificación. Hay más escuelas y universidades, clínicas y hospitales. Se han implementado programas de ayuda a los pobres y se han hecho esfuerzos por modificar algunas leyes en su favor. También grupos solidarios de empresarios mexicanos han aportado sus recursos para combatir la pobreza. Organizaciones no gubernamentales e iglesias hemos hecho cuanto hemos podido para comprometernos en la liberación integral de los pobres y marginados. Sin embargo, es tanto el desnivel y el desequilibrio en comparación con otras zonas y otros grupos sociales, que aún resta mucho para que llegue la justicia a estos mexicanos, hermanos nuestros y parte radical de nuestra historia y de nuestra identidad nacional. Desconocerlos es negarnos a nosotros mismos.

5. No idealizamos las culturas indígenas, pues estamos conscientes de que hay también injusticias entre ellos mismos, marginación de la mujer, esclavitud a ciertas costumbres, tradiciones que no siempre respetan los derechos de todos y se imponen decisiones comunitarias que no toman en cuenta los derechos individuales. Hay intolerancias hacia las diferencias, hacia la diversidad, tanto en la política como en la religión. Todavía quedan unos lugares, cada día menos, donde no se tolera que alguien o algunos cambien hacia otra preferencia religiosa; a veces se les amenaza, se les expulsa y se viola su derecho a la libertad religiosa, consagrada en la Constitución y defendida por nuestra Iglesia. Nosotros no alentamos la intolerancia; no promovemos que se les cobren cuotas para festividades religiosas, ni que se les impongan cargos de un credo diferente al propio. Hemos insistido en que las asambleas comunitarias deben respetar los derechos de todos a profesar la religión de su preferencia; sin embargo, no siempre nos hacen caso, pues para muchos la costumbre y la decisión de la asamblea es lo único que vale; no las leyes civiles, ni la Biblia. En contrapartida, también los católicos sufrimos intolerancias y ofensas de otras religiones.

PROPUESTAS

6. Caminar al unísono de nuestros hermanos indígenas, en el momento actual en que ellos irrumpen en la sociedad, reclamando el reconocimiento de su identidad cultural. Escuchar con respeto sus propuestas, sus inquietudes, sus necesidades, antes de proponer y aprobar nuevas leyes. Aunque se desee hacerles un bien, esto no se logrará sin tomarlos en cuenta a ellos. No basta escuchar a los no indígenas que decimos hablar por ellos; es de justicia darles la palabra y escucharlos con humildad.

7. Los “Acuerdos de San Andrés” son una base para avanzar hacia nuevas propuestas legislativas, pues cuentan con el trabajo de diputados, senadores, expertos e integrantes del EZLN. Si no llegaron a feliz término, hay que hacer nuevos esfuerzos, como lo trata de hacer la nueva COCOPA, y no perder la esperanza. Hay que afinar lo necesario, evitar los riesgos que en 1995 impidieron su aprobación legal y dar pasos aún más avanzados, tomando en cuenta la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, del 13 de septiembre de 2007..

8. Entre otras cosas, hay que avanzar en el reconocimiento de su personalidad jurídica como pueblos distintos, con historia e identidad propia. Reconocer, con los límites convenientes, su derecho a una legítima autonomía, autodeterminación y autogestión, dentro de la necesaria unidad nacional. Reconocer su derecho a disponer de sus territorios históricos y a ser consultados cuando se planean y se ejecutan obras o proyectos en sus tierras. Reconocer sus sistemas de elección de autoridades por medios distintos a los partidos políticos. Reconocer sus sistemas jurídicos y educativos, sus idiomas, su forma de hacer justicia y de resolver diferencias. Encontrar formas jurídicas para evitar más intolerancia religiosa, combinando los derechos comunitarios y los individuales.

9. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad de los miembros de la COCOPA para resucitar los “Acuerdos de San Andrés”, no se logrará un avance que sea satisfactorio para el EZLN y para muchos otros indígenas, si éstos no participan, si no son tomados en cuenta, si el EZLN no acepta un nuevo diálogo, al menos con esta instancia, la COCOPA. Por ello, con todo respeto insto a la COCOPA a no desanimarse y seguir buscando mecanismos de acercarse a la Comandancia General del EZLN, para invitarles a un nuevo diálogo, aunque ellos digan que ya no confían en ninguna instancia oficial. Y finalmente, con cariño y respeto, hago también un llamado cordial a la Comandancia General del EZLN a darle una nueva oportunidad a la esperanza y aceptar un diálogo sobre los “Acuerdos de San Andrés”, no sólo para continuar luchando por una paz más profunda y estable de Chiapas, sino para que los indígenas de México puedan disfrutar los derechos que en justicia les corresponden, como pueblos integrantes de nuestro país. Muchas gracias.