Tuberculosis pulmonar y derechos humanos en Chiapas

*Héctor Javier Sánchez Pérez

La TBP es un padecimiento producido por la infección de una bacteria llamada Mycobacteriumm tuberculosis. Una persona puede contagiarse por estar en contacto con alguna otra que tenga la enfermedad o por el consumo de leche bronca de vaca enferma de tuberculosis, lo cual ocurre cada vez con menos frecuencia en nuestro medio.

La tuberculosis se clasifica en dos grandes grupos: la pulmonar y la que puede dar en cualquier otra parte del organismo, denominada “extrapulmonar”. De estos dos tipos de tuberculosis, la primera es la responsable de la gran mayoría de contagios entre la población. Una persona enferma con TBP puede contagiar al menos a diez personas al año, por medio de la tos, al hablar o al cantar.

Los principales síntomas de la TBP son la tos con flema —expectoración, “esputo” o “gargajo”— por más de dos semanas y la pérdida de peso y fiebre, por lo que cualquier persona que presente éstos bien haría en acudir a un servicio de salud para que le diagnostiquen adecuadamente, y sepa si tiene o no TBP.

La TBP afecta principalmente a las personas de 15 y más años de edad, sobre todo en edad productiva, pero estas personas pueden contagiar a las y los niños, con el agravante de que en la mayoría de ellos la tuberculosis no se desarrollará en los pulmones sino en otra parte del organismo, entre los que se encuentran, con mayor frecuencia, piel, huesos, riñón y una forma muy grave que ataca el sistema nervioso central, la denominada tuberculosis meníngea.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres personas en el mundo está infectada por el Mycobacterium tuberculosis, pero no necesariamente todas y todos los infectados desarrollan la enfermedad, sino sólo un relativo pequeño porcentaje. Los que sí llegan a enfermarse son personas que generalmente están en condiciones adversas, por ejemplo, quienes tienen mayores niveles de pobreza y marginación, sufren desnutrición y toda una serie de condiciones que disminuyen sus defensas en el organismo. De hecho, la TBP es considerada una enfermedad de la pobreza, pero hay otras condiciones que causan que grupos sociales de mejores condiciones socioeconómicas también se enfermen, como sucede con las personas que padecen sida o diabetes, males que tienen la particularidad de bajar las defensas del organismo.

Por todo esto se considera que la frecuencia de casos de TBP en una población es un indicador de desarrollo socioeconómico.

Hay otros dos puntos importantes que deberíamos tener en cuenta cuando hablamos de TBP: el diagnóstico y el tratamiento. Todas las personas tenemos el derecho constitucional de la atención a la salud, según lo establece el artículo cuarto. Desde hace mucho tiempo ha habido métodos diagnósticos a nuestro alcance para que, en caso de tener tos por más de 15 días, haber perdido peso y presentar fiebre, podamos saber si tenemos o no TBP. La prueba que más se utiliza es la denominada baciloscopía, que consiste en el análisis de laboratorio del “gargajo”, flema o esputo que produce una persona al toser —sobre todo las que se producen cuando uno despierta en las primeras horas de la mañana—. Lo recomendable es tomar tres diferentes muestras de la persona para hacer el diagnóstico.

Otros métodos complementarios son los rayos X, el cultivo de las muestras y el estudio epidemiológico realizado por personal de salud. En las instituciones públicas de salud (Secretaría de Salud, IMSS, ISSSTE) la baciloscopía es gratuita y no hay requisito alguno para que le hagan dicha prueba.

El tratamiento es un punto crucial, dado que el bacilo de la tuberculosis es resistente y es capaz de sobrevivir grandes periodos, inclusive décadas. Es necesario atacarlo con un tratamiento de seis meses con base en la combinación de cuatro fármacos. Si las medicinas no se toman por este lapso, se corre el gran peligro de favorecer el desarrollo de bacilos resistentes a los medicamentos utilizados y, en ese caso, las posibilidades de curar a una persona se reducen notablemente por el elevadísimo costo que tiene intentar su curación —lo cual en estos casos ya no es seguro—, porque en vez de seis meses, ahora serán necesarios al menos año y medio de tratamiento y porque las reacciones adversas que presenta la persona en tratamiento son mucho más frecuentes, molestas y peligrosas.

Desafortunadamente, no siempre las personas que padecen TBP siguen su tratamiento hasta concluirlo, lo cual se traduce en su muerte o en cada vez más deficientes condiciones de salud —debilidad, poca capacidad física para trabajar y hacer cosas en general, fiebres continuas, mayor desnutrición— y la probabilidad de contagiar a otras personas.

Aunque hay casos en que el abandono del tratamiento se puede atribuir a los propios pacientes, en términos generales se considera que la mayoría de los abandonos del tratamiento antituberculosis se debe a errores de los servicios de salud, por cuestiones atribuibles a falta de medicamentos, seguimiento inadecuado del personal de salud y mala calidad en la atención. Debido a esto, la TBP también se ha considerado como un indicador de calidad de la organización y funcionamiento de los servicios de salud.

Así, un sistema de salud que esté organizado y funcione adecuadamente, tendrá altos niveles de detección de casos de TBP —por ejemplo, arriba de 75 por ciento de los casos existentes— y altos niveles de curación en los enfermos —al menos 85 de cada 100—. En Chiapas, desafortunadamente, diversos estudios han documentado que apenas se detectan 30 a 40 por ciento de los casos; que los niveles de curación en los casos tratados no llegan a 60 por ciento y que, en cambio, hay niveles de mortalidad tan elevados que resultan totalmente inaceptables.

En una reciente investigación en áreas rurales de Chiapas, se encontró que después de cinco años de haber diagnosticado a un grupo de pacientes, uno de cada cinco había fallecido. Podemos preguntarnos: ¿por qué unos mueren y otros no? Una persona que muere por TBP o que adquiere la forma resistente al tratamiento antituberculosis, puede considerarse como un resumen de las condiciones adversas que debió enfrentar y que van desde el hecho de que se haya infectado, que haya enfermado (recordemos que aunque estemos infectados por el bacilo de la tuberculosis, no todos enfermamos) y que haya muerto (no todos los enfermos mueren por TBP).

Así, es indispensable promover cambios socioeconómicos que eleven los niveles de vida de las personas y mejorar la calidad de la atención de los servicios de salud. Bien valdría aplicar el lema utilizado en contra de la muerte materna: "¡ni un(a) muerto(a) más por tuberculosis!"

  • Investigador titular del Ecosur.

http://www.abcuniversidades.com/Articulos/291/Tuberculosis_pulmonar_y_derechos_humanos_en_chiapas.html